Flor de pregunta


¿Por qué será que al común denominador de los defensores de los animales les resulta más importante la vida de un perro que la de los cientos o miles de gusanos que se alimentan de él?

Flor de pensamiento

Hay cierta identidad de sentido en sentencias contrapuestas que nacen después de ganar un debate. Por ejemplo, podemos decir que "A Fulano le cerré el orto" o "A Fulano le rompí el orto" indiferentemente y manteniendo el mismo sentido. A criterio popular, ¿este fenómeno se debe a la flexibilidad de la lengua castellana o al hecho de que los extremos suelen ser idénticos entre sí?

Transporte público: el domador de perros

Encontrábame yo, fatigado por el trajín de la jornada, sentado sobre el piso de un vagón de tren, cuando, decidido a bajarme cerca de la salida de la Estación San Miguel, avancé con seguridad hacia los primeros vagones del San Martín. Llegando a Bella Vista, detúveme pues había mucha gente delante de mí y opté por sentarme en un lugar disponible, dado que mi equipaje era sobremanera pesado. Frente a mí, hallábase un hombre de delgada figura, vestido con una levita color blanca de material sintético y hablando a través de su móvil con una dama, de la cual no conozco nada. El hombre en cuestión parecía poseído por mil demonios, pues en su rostro dibujábanse muecas nerviosas involuntarias mientras su cuerpo bamboleaba de manera ecléctica sobre su asiento. Figurábase su buen humor en la conversación con la mujer del otro lado de la línea, pues entre las volátiles expresiones que gesticulaba sin quererlo, aparecíase una rebosante sonrisa a la par que su tono, amable y gentil, invitaba a pensar en un temperamento amistoso. Así, púseme a oír un poco de la conversación que él llevaba adelante y me di cuenta que tirábale a ella los perros… o bien hablaba de perros que tiraban cosas. Así, oí decirle:
- Sí, cuando era cachorra era complicada: le gustaba jugar y mordía los muebles. Pero ahora pasaron los años y ya creció. Es más atenta, me pregunta cómo ando, qué quiero comer. La verdad es que tener una perra así es un regalo del cielo.
El hombre continuaba así la conversación con su confidente, mientras no detenía sus torpes movimientos y ademanes físicos. No comprendíale si la “cachorra” en cuestión era un espécimen canino o una mujer (“su perra”). Si era esta última opción, juzgaríalo entonces como un misógino; mas de ser la primera, seríale recomendable un tratamiento psiquiátrico. ¿Acaso hallábame delante de un hombre capaz de decodificar los ladridos de su can? ¿O solamente era un lunático que exhibíase en su absoluta inadecuación de sí con el mundo frente a todos? Ambas son preguntas que jamás podré responder con absoluta certeza. Y continuaba:
- La verdad es que estoy muy cansado como para salir, pero me tiro una siestita cuando llegue a mi casa y si veo que estoy con ganas, nos vemos a la noche, ¿dale?... Bueno… Bueno… Sí, sí… Dale. Besitos. Te quiero.
Y así, dificultosamente, dispuso lo mejor de sí para poder guardar su móvil en uno de los bolsillos de la levita, mientras su rostro y su cuerpo continuaban contorsionándose alocadamente, como una irracionalidad jacobiana. Veíanse con claridad y certeza cartesianas el enorme esfuerzo que llevaba adelante para poder cumplir su cometido. ¿Lo consiguió? ¡Por supuesto que sí! ¿Y yo qué? Bamboleaban en mis reflexiones aquellas sentencias del magnánimo Arturo Schopenhauer, quien dijera en su momento que uno siempre puede sentirse mejor consigo mismo refiriendo a la desgracia ajena. (Un optimismo muy burdo, pero maravilloso). Pero, sin embargo, perturbábame sobremanera que aquel sátiro que manifestóme toda su excentricidad en menos de 5 minutos halló de una manera más que eficiente un espécimen para la deposición de humores genitales. Así fue que bajéme, perturbado por las contradicciones, en la estación San Miguel, la cual, por haber sido reacondicionada, me dejó más lejos de la salida de la misma que si hubiera permanecido en un principio estático.

Fragmento de ARAUJO, M., Niño Freud: Momentos cotidianos en el Conurbano Bonaerense o crónica del feudalismo, Buenos Aires: Eudeba, 2017.

Lévinas en el Conurbano


El rostro me miró y me robó las zapatillas. Yo soy responsable…